Sostengamos a Cristo, a su pueblo y a su causa de justicia y redención; sostengámonos unos a otros en lo correcto, y amonestémonos amablemente unos a otros con respecto a la maldad, para que seamos amigos y salvadores en el Monte de Sión, unos para otros, y para que podamos ayudar a los débiles y fortalecerlos, alentar a los dudosos y traer luz a su entendimiento correcto en la medida de lo posible, para que podamos ser instrumentales en las manos de Dios de ser salvadores entre los hombres. No es que tengamos poder para salvar hombres. No hemos; pero tenemos el poder de mostrarles cómo pueden obtener la salvación a través de la obediencia a las leyes de Dios. Podemos mostrarles cómo caminar para ser salvos, porque tenemos el derecho de hacer eso, tenemos conocimiento y comprensión de cómo hacerlo, y es nuestro privilegio enseñarlo, tanto con el ejemplo como con el precepto entre nuestros asociados dondequiera que estemos en el mundo.15
Nuestra misión ha sido salvar hombres. Hemos estado trabajando bring para llevar a los hombres al conocimiento del evangelio de Jesucristo, para llevarlos al arrepentimiento, a la obediencia a los requisitos de la ley de Dios. Nos hemos esforzado por salvar a los hombres del error, para persuadirlos de que se aparten del mal y aprendan a hacer el bien.16
Nuestra misión es salvar, preservar del mal, exaltar a la humanidad, traer luz y verdad al mundo, prevalecer sobre la gente de la tierra para caminar rectamente ante Dios y honrarlo en sus vidas.17
La prueba of de la grandeza de nuestra alma es sought buscarse en nuestra capacidad de consolar y consolar, nuestra capacidad de ayudar a los demás, en lugar de en nuestra capacidad de ayudarnos a nosotros mismos y abatir a los demás en la lucha de la vida.18
Siempre debemos apuntar a ayudar a la victoria, ¡no a derrotarlos! Nuestro objetivo es la vida eterna, nuestro objetivo es elevar a la humanidad, no degradarla.19
Nuestra tarea es salvar al mundo, salvar a la humanidad; ponerlos en armonía con las leyes de Dios y con los principios de justicia y de justicia y verdad, para que puedan ser salvos en el reino de nuestro Dios, y llegar a ser, eventualmente, por obediencia a las ordenanzas del evangelio, herederos de Dios y coherederos con Jesucristo. Esa es nuestra misión.20
No terminaremos nuestra obra hasta que nos hayamos salvado a nosotros mismos, y luego no hasta que hayamos salvado a todos los que dependen de nosotros; porque hemos de llegar a ser salvadores en el Monte Sión, así como en Cristo. Estamos llamados a esta misión. Los muertos no son perfectos sin nosotros, ni nosotros sin ellos. Tenemos una misión que cumplir para y en su nombre; tenemos un cierto trabajo que hacer para liberar a aquellos que, debido a su ignorancia y las circunstancias desfavorables en las que fueron colocados mientras estaban aquí, no están preparados para la vida eterna; tenemos que abrirles la puerta, realizando ordenanzas que no pueden realizar para sí mismos, y que son esenciales para su liberación de la «prisión», para salir y vivir de acuerdo a Dios en el espíritu, y ser juzgados de acuerdo a los hombres en la carne.21
La obra por nuestros muertos, que el Profeta José nos encomendó con un mandato más que ordinario, instruyéndonos que debemos cuidar de nuestros parientes y de nuestros antepasados que han muerto sin el conocimiento del evangelio, no debe descuidarse. Debemos aprovechar esas sagradas y poderosas ordenanzas del evangelio que han sido reveladas como esenciales para la felicidad, la salvación y la redención de aquellos que han vivido en este mundo cuando no pudieron aprender el evangelio y han muerto sin el conocimiento de él, y ahora están esperando que nosotros, sus hijos, que vivimos en una época en que estas ordenanzas pueden ser cumplidas, hagamos la obra necesaria para su liberación de la prisión. A través de nuestros esfuerzos en su favor, sus cadenas de esclavitud caerán de ellos, y la oscuridad que los rodea se despejará, para que la luz brille sobre ellos y escuchen en el mundo espiritual la obra que sus hijos han hecho aquí para ellos, y se regocijarán con ustedes en el desempeño de estos deberes.22
Nunca hay un tiempo, nunca habrá un tiempo para aquellos que tienen el Sacerdocio en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuando los hombres puedan decir de sí mismos que han hecho lo suficiente. Mientras dure la vida, y mientras tengamos la capacidad de hacer el bien, de trabajar para la edificación de Sion, y para el beneficio de la familia humana, debemos, con buena voluntad, ceder con prontitud a los requerimientos que se nos hacen para cumplir con nuestro deber, pequeño o grande.23